sábado, 18 de julio de 2009

El corazón compartido. (1ª parte)


Erase una vez, hace muchos, muchos años, en un pequeño pueblo entre montañas vivía una familia. Era una familia absolutamente corriente, tenían una pequeña granja y un pequeño huerto que les daba lo suficiente para vivir. Era una familia más, como las demás que vivían en el valle. El padre trabajaba los campos y se cuidaba de los animales, la madre se ocupaba del huerto y del cuidado de sus dos hijas pequeñas, y además hacia las más ricas confituras de toda la comarca. Se sentía un poco cansada, estaba esperando su tercer hijo y estaba en la recta final de su embarazo. Deseaba por encima de todas las cosas que esta vez fuera un niño. Aunque cuando se lo comentaba a su marido este siempre le decía que daba igual lo que fuera, que no cambiaría a sus niñas por nada del mundo, ella sabía que un niño les ayudaría mucho en el trabajo de la granja.
Estaba tan obsesionada con eso, que cuando supo que estaba embarazada acudió a la vieja Molly, una anciana que vivía en una pequeña cabaña en el bosque, que tenía fama de hechicera y a quien muchas veces acudían buscando remedio para mil cosas, desde remedios para quitar las verrugas a pócimas para el mal de amores. Algunos la consideraban una loca, otros una charlatana, pero los que habían recibido alguno de sus remedios o emplastos la consideraban casi una santa, sus recetas sencillas y caseras funcionaban mucho mejor que los carísimos medicamentos del médico local.
Cuando llegó a la cabaña de Molly, esta nada más verla le adivinó a lo que venía, le toco la barriga y le dio a beber una infusión de bayas del bosque, de sabor dulce y agradable. La miró a los ojos y le dijo que sí, que esta vez sería un niño. Estaba tan contenta que no se fijo en que la cara de la anciana se había quedado lívida por un segundo antes de darle tan buenas y ansiadas noticias. Se despidió no sin antes prometerle sus mejores confituras.
De eso hacía casi ocho meses, desde el principio fue un embarazo muy tranquilo, ni una sola molestia, ni una arcada, nada… se sentía llena de energía y vitalidad. Y ya que se acercaba el momento del alumbramiento, estaba impaciente porque se produjera, deseaba verle la carita a su pequeño, pero sobretodo ver la gran alegría que se llevaría su esposo al ver a su primer hijo varón.
Estaba tan ensimismada en esas reflexiones que no se dio cuenta que había una visita en la entrada. La vieja Molly, que casi nunca salía de su cabaña, estaba en el umbral de su casa. En ese momento sintió las primeras contracciones, el bebe iba a nacer.
Molly se acerco hacia ella y sujetándola para que no cayera, la acompañó hasta la habitación y allí la acostó en la cama. Tranquilizo a las niñas que estaban muy asustadas pues no sabían que le pasaba a su madre, y les ordenó que fueran a buscar a su padre.
Fue un parto muy rápido, todo parecía ir bien, pero el niño no lloraba, ni con los tradicionales azotes en las nalgas, lo raro es que el niño estaba morado, y tenía los ojos muy abiertos y movía las manitas. Estaba vivo, de eso no había duda, pero ¿por qué no había llorado como los demás bebés?
Es un niño muy especial –le dijo Molly. Es un niño sano y fuerte, pero no tiene corazón. No tiene sentimientos y no puede sentir emociones. Por eso no ha llorado y por eso jamás reirá, ni podrá sentir amor u odio. Pero por lo demás será un niño normal.
Los años fueron pasando, el niño fue creciendo, pero pronto se hicieron evidentes sus diferencias con el resto de los niños. Nunca reía, ni lloraba, ni sentía miedo o temor. Los demás niños le tenían miedo y se apartaban de él. Algunos lo consideraban un monstruo, y no querían que sus hijos tuvieran contacto con el. Cuando tuvo la edad de empezar en la escuela, tuvo que intervenir el párroco para calmar los ánimos de los padres que no querían que el chico fuera a la escuela. Gracias a él, que apeló a los buenos sentimientos, pero sobretodo porque amenazó con excomulgar a todos los que se opusieran a la escolarización del chico, este pudo recibir clases como todos sus compañeros.
Y demostró que su falta de sentimientos no implicaba que no fuera inteligente. En poco tiempo superó a todos sus compañeros, pero como tampoco era soberbio o vanidoso ni se jactaba de sus triunfos, fue ganándose sino el afecto, si la admiración de sus compañeros. Y como además no sentía nunca miedo, era el primero en los juegos más arriesgados o en las travesuras más peligrosas, poco a poco fue haciendo amigos.
Sus logros académicos llamaron la atención en toda la comarca, y le concedieron una beca para ir a estudiar a una prestigiosa universidad de una gran ciudad. Era una gran oportunidad para el hijo de un granjero y no podía desaprovecharla. La mañana de la partida, su madre lloraba no se sabía muy bien si de pena o de satisfacción, y llenaba a su hijo de besos, él mostraba su cara indiferente de siempre, no podía sentir pena ni nostalgia.
Al llegar a la ciudad, lo primero que hizo fue buscar un alojamiento adecuado a sus posibilidades. Le habían dado la dirección de una pensión cercana a la universidad, económica pero limpia y bonita. La patrona era una viuda de mediana edad, ajada por el tiempo y el duro trabajo, tuvo que luchar para sacar adelante a dos hijos cuando su marido falleció a una edad muy temprana, pero su aspecto era bondadoso y dulce. Le sonrió al entrar, le presentó a sus hijos, un chico y una chica que la ayudaban en la pensión y le acompañó a su habitación, en la buhardilla del edificio, pequeña pero muy acogedora. Le explicó las normas y los horarios de las comidas y le dejo que se instalara. Le llevó poco tiempo acomodarse, solo había traído lo imprescindible.
Al día siguiente empezó la universidad. Había elegido estudiar astronomía, le gustaban las ciencias exactas, desprovistas de emoción como él. Encajó muy bien en el ambiente universitario, las clases ocupaban casi todo su tiempo, y cuando llegaba a la pensión, ayudaba a la patrona y se sacaba un dinerito para comprar libros y materiales para sus clases, y pasaba gran parte de la noche observando el cielo o inmerso en complicados cálculos.
Tan enfrascado en sus estudios estaba, que no se dio cuenta que la hija de su patrona, una joven de extraordinaria belleza que tenía enamorados a todos los jóvenes de la ciudad, se había prendado de él, y siempre buscaba su compañía, y quedarse a solas con él. Y una noche, mientras estaba estudiando un complicado problema matemático, la joven se presentó en su habitación para confesarle su amor, llevaba su mejor vestido y un peinado muy favorecedor, convencida que su belleza le haría caer rendido a sus pies. Con lo que la joven no contaba era con la total indiferencia de él. Lloró y suplicó, pero el no sólo no sabía lo que era el amor, tampoco podía sentirlo, y aunque trató de explicárselo, ella no quería creerlo, le dijo cosas horribles y le llamó monstruo saliendo de la habitación furiosa, decidida a hacerle pagar caro su despecho. El siguió como si nada hubiera pasado, sumido en sus cálculos.
Pero a la mañana siguiente, muy temprano subió la patrona muy enfadada. Le acusó de haber traicionado su confianza, lo había tratado como a un hijo y el se lo había pagado aprovechándose de su pobre hija. Le dio el tiempo justo de recoger sus cosas y marcharse antes de que avisara a las autoridades, denunciándolo por haber intentado forzar a su hija.
Se marchó de la pensión lo más rápido que pudo, pensando donde iría, pues en la universidad sería el primer lugar que lo buscarían. Decidió volver a su pueblo, a su casa, no por nostalgia, sino por ser el único sitio que conocía. Al llegar a su casa le explicó a sus padres lo que le había ocurrido, no lo entendía, el no le había hecho nada a la chica, pero nadie le creía, no le habían dejado explicar la verdad. Por eso había huido, porque nadie le creía, le condenarían a pesar de ser inocente. Su madre le dijo que no se preocupara, que lo protegerían. Pero él sabia que allí seria el primer lugar donde lo buscarían, por eso su madre le aconsejo que fuera a visitar a la vieja Molly, quizás pudiera ayudarle, y vivía en lo profundo del bosque, nadie lo buscaría allí.
Llegó a la cabaña de Molly, que parecía estar esperándolo. Le recibió con los brazos abiertos y lo alojó en su cabaña. Le ayudaba a recoger plantas para sus remedios y ella le explicaba los secretos de su arte, y por las noches iba a un claro del bosque a observar el cielo nocturno que tanto había estudiado. Pero una noche se quedó en la cabaña junto a Molly y le preguntó porque era diferente, porque no podía tener sentimientos ni emociones como toda la gente. Ella se quedó un rato meditando la respuesta y le contestó que el tenía una pequeña particularidad, no tenía corazón. El se quedo extrañado, eso no podía ser, sin corazón no podría vivir, la sangre no circularía, eso lo había aprendido en sus estudios. Pero ella le dijo que hay muchas más cosas en el mundo de las que se enseñan en las universidades, cosas que no pueden explicar los sabios, y el era la prueba, le llevó su mano al pecho para que sintiera sus propios latidos, no pudo encontrarlos… Se quedó callado un rato, pensando como hacer la pregunta que le estaba naciendo en la mente. Por fin encontró las palabras adecuadas, le preguntó si había alguna posibilidad para él de tener un corazón. Quería ser como los demás, quería reír y llorar, tener amigos, sentir alegría y pena, y enfadarse como todos los demás. Ella se lo quedó mirando, y le dijo que la única solución es que alguien libremente decidiera compartir su corazón con el. Pero ¿quién querría compartir su corazón con él?
(Continuará)


2 comentarios:

Nicolás dijo...

Buenos días mi querida Hada de los mágicos cuentos. Me alegra ver que has publicado nuevamente. Todo lo que he de decir de este cuento, ya lo he dicho. Con alguna que otra pifia, pero allí está. La verdad creo que has hecho un muy buen cuento, con mucha intriga. Aún me sigo preguntando.... ¡Estoy impaciente por seguir el relato! ¡Sigue así que vas bien! Y desde aquí todo mi apoyo. Es erealmente una gran muestra de creatividad, y de imaginación. Excelente...

Anónimo dijo...

Muchas gracias Nicolas por tus elogiosas palabras. Has conseguido que me ponga colorada.
Celebro que te gusten mis pequeñas historias, surgidas de mis muchas vivencias por tantos lugares donde el azar me lleva. La vida de un hada es una vida nómada, no nos gusta estar demasiado tiempo en el mismo lugar, por eso soy testigo de miles de pequeñas historias, de gente corriente que merecen ser contadas, aunque sea en este pequeño rincón.

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